AC:El regalo de la democracia
Nos la han dado regalada, desde que nacimos, y nunca hemos tenido que defenderla. Nuestra democracia es una especie de tesoro que tenemos, pero que no siempre sabemos darle el valor adecuado.
No hay más que coger un par de autobuses, llegar a la costa y coger un barco para cambiar de continente. Y si al llegar a la costa vecina, nos adentramos un poco más en el terreno, ya que el norte parece purgarse de regímenes autoritarios y similares, llegamos a una tierra de otro mundo. Pero de todas sus diferencias, probablemente la más notable es la presión. La presión de no poder decir todo lo que piensas, de no poder hacer todo lo que quieras o de tener que dejarte abusar por la gente que debería protegerte. Y pase lo que pase, nunca se te van a preguntar que se debería hacer. Ya se encargan los que mandan.
Mientras tanto, aquí en Europa eso no es así. Puedes decir lo que quieras, puedes hacer lo que quieras (siempre que no te pases), el Estado siempre va a procurar (¡Procurar!) ayudarte y tienes la seguridad de que alguien te protege. Pero a la hora de tomar las decisiones, tú eliges quién las toma en una lista realmente reducida y fin de tu intervención. Y no siempre te ayuda el Estado, puede incluso jugarte malas pasadas, y si dices algo malo de alguien importante podrías incluso perder tu trabajo. Y aún peor, poco a poco pueden ir quitándote lo que tienes sin que te des cuenta. Pueden ir recortando pedacitos de libertad con la excusa de que la situación lo requiere. Cuando digan eso piénsatelo. Y si llegas a la conclusión de que falla algo, y alguien quiere reírse de ti, sal a la calle y grita cada vez que se presente la ocasión.
No dejes que nadie te quite nada cuando se habla de democracia, te aseguro que es de las cosas más preciadas que tienes. Al contrario, cada vez que tengas la oportunidad, asegúrate de que todos se enteran de que quieres más democracia y más justicia, no menos. Defendamos la democracia, por la cuenta que nos trae...
No hay más que coger un par de autobuses, llegar a la costa y coger un barco para cambiar de continente. Y si al llegar a la costa vecina, nos adentramos un poco más en el terreno, ya que el norte parece purgarse de regímenes autoritarios y similares, llegamos a una tierra de otro mundo. Pero de todas sus diferencias, probablemente la más notable es la presión. La presión de no poder decir todo lo que piensas, de no poder hacer todo lo que quieras o de tener que dejarte abusar por la gente que debería protegerte. Y pase lo que pase, nunca se te van a preguntar que se debería hacer. Ya se encargan los que mandan.
Mientras tanto, aquí en Europa eso no es así. Puedes decir lo que quieras, puedes hacer lo que quieras (siempre que no te pases), el Estado siempre va a procurar (¡Procurar!) ayudarte y tienes la seguridad de que alguien te protege. Pero a la hora de tomar las decisiones, tú eliges quién las toma en una lista realmente reducida y fin de tu intervención. Y no siempre te ayuda el Estado, puede incluso jugarte malas pasadas, y si dices algo malo de alguien importante podrías incluso perder tu trabajo. Y aún peor, poco a poco pueden ir quitándote lo que tienes sin que te des cuenta. Pueden ir recortando pedacitos de libertad con la excusa de que la situación lo requiere. Cuando digan eso piénsatelo. Y si llegas a la conclusión de que falla algo, y alguien quiere reírse de ti, sal a la calle y grita cada vez que se presente la ocasión.
No dejes que nadie te quite nada cuando se habla de democracia, te aseguro que es de las cosas más preciadas que tienes. Al contrario, cada vez que tengas la oportunidad, asegúrate de que todos se enteran de que quieres más democracia y más justicia, no menos. Defendamos la democracia, por la cuenta que nos trae...
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