Agresividad positiva

Una vez hace ya tiempo, mi profesora de educación física del colegio nos dijo que para todo había un momento. Y que por ejemplo el momento de decir mentiras era el momento de actuar para un vídeo, una obra teatral o algo así o que el momento de ser malo era cuando estábamos siendo demasiado buenos con alguien que no lo merezca. Y hoy me he hecho la pregunta: ¿En qué momento podríamos ser agresivos?

Sigo dando por hecho que hay un momento para todo, y que la agresividad también merece un momento. No hablo de odio, ni de desprecio, ni de discriminación y ni siquiera de pelearse con nuestros enemigos. De hecho, mi idea del uso de la agresividad intenta ser un método de prevención ante todas esas cosas. La agresividad de la que yo hablo es aquella que el ser humano no puede evitar sentir: las ganas que tenemos en ciertos momento de atacar a algo por la furia acumulada del día a día. Cientos de estudios afirman que la sociedad occidental actual padece problemas a causa del estrés, yo digo que necesitamos la agresividad para desestresarnos. Y tenemos dos opciones, echarle la culpa de nuestros problemas a alguien o algo y comenzar a insultarlo y desahogarnos hasta que nos demos cuenta de que ahora tenemos algo más que odiar y que nos estresa o desahogarnos mediante la agresividad del deporte. Claro que no propongo que vayamos a jugar al fútbol y empecemos a dar una paliza a todo aquel que nos impida marcar gol, pero creo que es innegable lo gratificante que es a veces golpear algo en boxeo, empujar a alguien en rugby, salir a correr un poco, hacer pesas en un gimnasio o incluso bailar de forma descontrolada.

Por eso yo abogo por la agresividad en vez del odio en los momentos de estrés. Algo como salir a cualquier lado a correr una o dos calles con una buena canción puede ahorrarte momentos de ahogamiento después.