¿A quién hace daño un velo?


Existe entre nuestra sociedad, la aislada costumbre de la minoría islámica de que las mujeres deben cubrirse el cabello y el rostro, con el fin de ocultar sus atributos sensuales a los hombres. Esto ha traído a los países occidentales cierta controversia, debido a la negativa de los islámicos de quitárselo. Por un lado, están los occidentales que exigen que se quiten el velo, pues, no solo es una falta de respeto tener la cara cubierta en lugares públicos, sino que también podría cubrir a un terrorista. Por otro, están los islámicos que llevan el velo por simple tradición, representando con este su cultura. Y por otro, están aquellos que, presionados por el núcleo familiar normalmente, están obligados a llevarlo con peligro de llevarse hasta agresiones físicas si no llevan la prenda en cuestión.
Cuando me pregunto: ¿a quién hace daño un velo?, me estoy preguntando por los motivos por los que los occidentales intentar hacer cambiar a los islámicos que vienen aquí a vivir. La cuestión de qué es lo que representa el velo como símbolo de la opresión del hombre sobre la mujer no me es relevante, aunque sí la he tenido en cuenta durante mi reflexión. Yo me centro en la actitud de rechazo del occidental ante el velo.
Este rechazo se basa en la prohibición del velo en lugares públicos, como un instituto o un hospital, y se argumenta en tres cosas: la protección frente a posibles terroristas ocultos bajo un velo, la protección de las propias mujeres islámicas a los que ven como víctimas y también la voluntad de que nadie tenga oculto el rostro.
Pero en realidad, en mi opinión esas tres cosas son superficiales. Son el miedo, el rechazo a otras culturas, y la obsesión por tener un mundo perfecto las que, en el fondo, motivan el rechazo al velo. Habrá gente que verdaderamente se oponga al velo por la opresión que representa, pero ya he dicho que no me voy a centrar en ellos, que me quiero ocupar de la gente que usa esos argumentos como máscara para ocultar su desprecio. El mismo desprecio que nos hace rechazar a los homosexuales, a la gente de distinta etnia, a los pobres, a los ricos, a los distintos o al género humano por completo.
El desprecio es esa sensación de asco ante un elemento que normalmente proviene de fuera de nuestra burbuja, lo que nos hace encerrarnos en ella un poco más, endurecer un poco más sus muros. Todo aquello que no pertenece a nuestra burbuja es bloqueado, rechazado. De esta manera, empezamos a desear la expulsión del sujeto u objeto despreciado de nuestro entorno, y si vemos que la gente piensa igual que uno mismo, pasamos de la defensiva a la ofensiva.
Así, si alguien me cae mal, buscó motivos para convencerme de que es alguien malo, le contesto de mala manera y procuro evitarle, y si a nadie le cae bien, me reiré de él porque sé que voy a obtener el apoyo del grupo, me encargaré de que no se acerque a nosotros y, si puedo, le insultaré y argumentaré porque creo que nadie debería llevarse bien con él.
De la misma manera, si a mí no me gusta el velo: buscó motivos para convencerme de su maldad, como la norma social de ir tapado, cuando puede ser que a mí nunca me haya importado que alguien lleve gorra o bufanda; hablo de forma incómoda o miro mal a aquel que lo porta. Si nadie aprueba el velo, criticaré a la gente le lo lleva usando los motivos que yo ya tenía y me quejaré de cualquier aspecto de su uso cuando tenga la oportunidad.
Con esto, formamos el rechazo y lo extendemos a los que nos escuchan, prolongando la cadena. Con esto logramos los conflictos entre culturas, conflictos que pasan de los debates a las guerras. Se pasan de las burbujas a los barrios marginales, lugares donde la gente no quiere saber nada del exterior. Se pasa de la posibilidad de crear una nueva amistad a la certeza de que se va a generar un nuevo conflicto.
No obstante, aunque dije que me iba a centrar en la gente que esconde el desprecio con ideas superficiales, no puedo obviar esas ideas, que no dejan de ser ideas de igualdad y justicia. El velo deja a la mujer en peor lugar que al hombre, es cierto, y son muchas las mujeres que son obligadas a llevarlo. Por eso comprendo a la gente que quiere recomendar la retirada del velo, pero no a los que lo quieren restringir, simplemente no apoyo a aquellos que no soportan no tener un mundo perfecto.
En mi mundo perfecto, yo le diría a aquel que lleve el velo que no tiene que llevarlo si no quiere, y que si lo lleva involuntariamente debe saber que vale la pena luchar por la igualdad, pero le decisión final de llevarlo o no es suya, no mía. A mí no me importa si lo lleva o no, y no me importa si se cubre la cabeza en un sitio cubierto porque entiendo que puede hacer lo que quiera siempre que no afecte a nadie negativamente. En conclusión creo que no se debe imponer el respeto, y que el velo no hace daño a nadie, tan solo a la persona que lo lleva sin quererlo, somos nosotros los que nos hacemos daño entre nosotros al rechazar algo porque no nos gusta.

Menciones:
-> La pregunta fue formulada por Ángela Masso Sanchez-Manjavacas
-> Algunas de los contenidos del ensayo me fueron inspirado al ver la película "Crash" de Paul Haggis y al escuchar la canción "Everybody knows" de John Legend

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