No encajar

Cuando voy a una fiesta donde todo el mundo este junto a ti pero a la vez muy lejos, cuando hablas con la gente que realmente no conoces de nada, de un par de cosas graciosas que no tienen gracia y nada más y cuando todo lo envuelve la penosa aura del alcohol, todo excepto a ti, entonces sé que es no encajar.

Y puedo sentir como me rechazan, cuando ven que yo no quiero alcohol, cuando me dicen que me anime y que casi no lleva, pero aún así rechazo la oferta, me rechazan, con un simple suspiro de rechazo y una mirada a otra parte. Como si yo no fuera bien recibido: si no te unes, no tienes nada que hacer aquí. Y tienen razón, ahí no hago nada. Estoy pasando el rato en un lugar que es como una silla incómoda: sigues sentado porque quieres acostumbrarte pero en realidad te molesta, aunque no llegue a doler, y aunque no lo admitas, preferirías estar de pie.

En el fondo pienso que es culpa mía, que yo tengo que entender que ese lugar no es como yo quiero, y que la gente que lo llena simplemente hace lo que le da la gana con todo su derecho. Pero al final siempre me toca ir, porque de alguna manera estás obligado a ir, hay una presión general para que vayas, te emborraches y que te guste, pues parece que es lo normal. Ver a algunos de los tuyos en tan penosas condiciones me hace pensar y hacer entradas de blog como estas.

Es culpa mía, y yo no debería ir, y si voy ya sé lo que voy a ver, y la gente a la que veo no dejan de ser personas con un punto de vista diferente al mío, pero me canso de estar sentado en una silla incómoda. Y es que a nadie le gusta no encajar.

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