No soy gilipollas
Cada vez que vuelvo de Alcázar de San Juan, tengo que pasar por Atocha, en Madrid, para coger un cercanías que me lleve hasta Getafe Para ello tengo que, arrastrando maleta y mochila, salir de la estación, y volver a entrar tras validar mi bono de diez viajes de cercanías. Debo volver al andén y esperar a que el próximo cercanías me lleve hasta Getafe. Pero todo esto lo hago porque debo ser gilipollas. Es así porque yo bien podría bajar de mi media distancia, ir a la vía correcta y coger ese cercanías como más de uno hace. No perdería ningún tren, no gastaría dinero en ese viaje, nadie me diría nada (porque no hay control de billete en Getafe) y hasta me podría decir a mi mismo: "pero que listo soy".
Y sin embargo, hago eso otro, me acomplejo y luego necesito hacer una entrada en mi blog pidiendo perdón a nadie ¿Por qué? ¿Por qué hago lo que "debo" si no importa? Y, lo que todos nos preguntamos ¿Qué motiva a esa otra panda de imbéciles que obran de manera similar?
El que se encuentra un móvil de última generación y pierde su tiempo en devolverlo en lugar de aprovechar ese regalito caído del cielo. Ese otro que ayuda al borracho en lugar de irse a la discoteca con la fiesta. Aquel que no se lanza a por la chica ebria (el alcohol es una cosa muy moral para los que no están borrachos) pensando que si la acaba de dejar de su novio necesitará tiempo para recuperarse. La otra que le proponen una paga extra si vota a favor de tales adjudicaciones a tales empresas y rechaza o denuncia la corrupción. Y encima este que le toca la lotería y la dona entera a una ONG ¿Pero qué le pasa a la gente? De hecho, ellos lo saben, nada más hacerlo, y tras ver como otros sí aprovechan la oportunidad que ellos desaprovecharon, se repiten el adagio: "Si es que soy gilipollas".
Con lo fácil que te lo ponen, y tienes que ir a lo difícil, a fastitdiarte ¿Y para qué? Al final, con lo de los demás ya no importa lo que tú hagas porque no se nota. Casi mejor intentar sobrevivir, e ir a lo pícaro que intentar cambiar el mundo tú solito.
Las razones que nosotros los imbéciles hemos buscado a lo largo de la historia para justificar han sido muy diversas. Pero sin duda la que más triunfó fue la de: "Porque luego al morir ser bueno tiene premio y ser malo tiene castigo". Aquellos eran los buenos tiempos, cuando podíamos obligar a la gente a aceptar nuestra moral por la fuerza y encima les convencíamos con sus propias armas: "No seas tonto, sé bueno que luego te renta ahí en el cielo". Pero la labor de acreditación de todas estos premios dejó mucho que desear y últimamente a la gente no le tira mucho eso de que si te mueres vas a ninguna parte. Claro que no es lo único que hemos intentado.
También está la vía del "porque sí", pero cuando nos lo dejan de decir nuestros padres ya no triunfa demasiado. No olvidemos la vía del "porque es lo que se hace siempre, lo que hacemos todos" pero es que esto también deja mucho que desear. En fin, si todos se tiran por un barranco, yo seré el que deje paso. Agotando las justificaciones de los idiotas, llegamos al "para sentirse bien con uno mismo". Que (es un secreto) en realidad es verdad, somos más felices compartiendo que adquiriendo (Fuente: "Redes"). Pero cuando uno está viendo llegar el cercanías y sabe que si hace el idiota le toca pagar y esperar, pues no quiere saber nada, lógicamente, de ser feliz y de que le toquen las narices. Ante una situación así siempre se piensa que lo que nos hará más felices será aprovecharnos. Y cuando nos aprovechamos pensamos que tampoco se está tan mal con esto del remordimiento ¿Qué demonios tienen los imbéciles que todavía se portan como niñitos buenos e inocentes en un mundo donde no encajan, un mundo donde la bondad excesiva puede llevar a la burla mediante la envidia? ¿Por qué aún creo que no soy gilipollas?
Porque ese billete de cercanías que pago es mi grano de arena contra los recortes en Renfe; porque la que denuncia y no aceptación de la corrupción ayuda a que el dinero de todos los contribuyentes revierta en los contribuyentes y no en los buitres en nuestra contra; porque el que devuelve ese móvil de última generación da ejemplo para todos sus amigos, que quizá devuelvan el móvil que quizá se encuentren y quizá sea el del primer idiota que se atrevió a serlo. Porque los idiotas sostenemos el mundo. No es que seamos el ideal de una utopía de ciudadanos que quizá llegué en un lejano futuro (que un poco también, ¿no?) Sino que damos razones para que en este mundo, el actual, en el que vivimos todos los días, siga funcionando con la ayuda entre iguales. Bien podríamos encerrarnos todos en nuestras casas, robar lo que necesitemos y queramos y usar objetos y personas como queramos para nuestro disfrute personal. Pero en unos años todos acabaríamos asqueados, nos odiaríamos, nada nos satisfaría y no entraríamos en la cárcel solo porque no cabríamos.
Pero pocos idiotas piensan así después de hacer alguna estupidez por el bien común. Lo suyo es que se piensen que no vale la pena, que se han reído de ellos por buenos y, lo más importante, que no se la van a volver a colar. Y así los tontos pasan a ser listillos y colaborar con que nuevos tontos se vean tentados a pasarse al bando ganador, pero a ninguno de esos listillos van a devolverles el móvil.
Quiero dejar claro que no soy un ingenuo, sé que mi granito de arena es muy poco en la montaña, pero desde luego esto no puede servir como excusa para olvidar el deber. Que si la montaña solo va a tener un grano de arena, será siempre mejor que si no hay nada. Y si la montaña parece aguantar sin mi grano de arena, yo no debo pensar "voy a hacerme el listillo que da lo mismo", yo debo pensar "ya que la montaña también es mía, más me vale cuidarla con mi grano de arena". Porque esa otra opción, la de aprovecharse, se carga tu propia montaña y no te hace más feliz a largo plazo. Además te queda dignidad, que es un puntazo.
Por eso concluyo la entrada criticando a los que conciben la bondad como una especie de capricho en nuestra contra que solo sirve para dormir mejor, en concreto a los que a pesar de obrar con bondad siguen pensando así. Porque esa gente no sabe lo que está haciendo. Fingen algo que en realidad no desean hacer cuando sí les interesa hacerlo, pero en realidad no, pero en realidad sí... y, como claramente veréis, se torturan a sí mismos como a idiotas. Buenos días.
Fantástico artículo, casi filosófico. Algún día te lo pedirán en alguna publicación. Un abrazo.
ResponderEliminarMe sigue pareciendo una maravilla.
ResponderEliminarJ