El segurata de la democracia

Siempre pasa con los periodistas que no se sabe si hablar del árbol o del bosque. Van muchas veces de noticia en noticia, pieza a pieza, sin que nadie pueda recordar los bordes donde se encaja cada nueva parte de la actualidad. Y aunque yo siempre haya sentido algo inefable contra esa mezquindad informativa, ese racionamiento de nuestra comprensión del mundo - y contra la deificación de esa idea de actualidad -, hoy caigo, como todos, en acordarme del bosque cuando veo el árbol. Sucede que he visto a Àngels Barceló (¡qué juego de acentos!) entrevistada por si misma, o sea, por El País, llamar flojos a los becarios periodistas que no sabían qué era esto, esto que nos ocupa y nos busca en la soledad de la noche tras nuestras ocho horas:

"Yo creo que son un poquitín flojos; y se equivocaron de profesión. No sé qué pensaron que era esto del periodismo: las noticias no tienen horario"

Apenas dos frases que ni siquiera me aluden, pues si me equivoqué ya lo estoy enmendando. No padezco yo las jornadas completas sin sueldo, el espejismo de un trabajo normal que desaparece cuando uno se acerca, ni el aderezo de la moralina de los sabios, que poderan las tonterías de Rufián y Casado con la misma displicencia con la que tratan las expectativas de sus subordinados. Qué le vamos a hacer, esto es solo lo evidente de lo indignante, pero vamos a la raíz, al bosque, que es donde debiera apuntar un periódico.


 

"Las tonterías de Rufián y Casado", que podría ser un título formidable para un entremés cervantino es más bien uno de los repetitivos esperpentos que ponen siempre en las noticias. Todo es malo, ya les conocéis. Lo de Ucrania, lo de tuiter, lo de Puigdemont y lo que contestó el de Vox. Y aún nos dejan después de la función en un posición en la que solo se puede decir "Pero yo, finalmente, no soy mejor". El que ve las noticias está ahí para ver instántes sueltos, fotogramas de una película, para que sepa de qué trata sin entenderla. Y es curioso porque el papel del periodismo es el de ser guardián de la democracia. Este cuarto poder contará a los ciudadanos lo que pasa para que sepan qué tienen que hacer, sin intervención espúrea. Y eso defenderá Àngels Barceló cuando nos cuente lo que hacen los voluntarios polacos con los refugiados ucranianos, cuando explique el discurso de la ganadora del Goya a mejor película contra la extrema derecha, cuando recuerde el aniversario de una penosa situación en el Mediterráneo. Y los oyentes sabrán, ellos sabrán, como detener a Putin, a Abascal o a quien toque.

Y no desesperen los que no piensan como Barceló, tienen a Vicente Vallés para los más presentables, a Jiménez Losantos para los menos, a Un Tío Blanco Hetero por si querías pensarte moderno. Ya te hablen ellos de la última ocurrencia de tu ministerio favorito, de los voluntarios polacos que combaten en el frente ucraniano, de lo que un adulto de 14 años que resulta que se llamaba Oussama ha hecho en el Raval de Barcelona; y ya el oyente sepa qué hacer, cómo detener a Putin, a Irene Montero, a quien toque.

Da la sensación de que es por la diosa Actualidad, un minotauro exigente que todos los días pide nuevas banalidades que, desgraciadamente nos quitan la oportunidad de profundizar en algo. Que vamos de árbol en árbol, aunque sepamos que se trata de un bosque. Y es curioso porque cuando pasa algo importante Actualidad se pliega, los medios ponen un bozal a su voraz apetito y saben qué noticias poner. Lo supieron en Ucrania en cuanto los tanques traicioneros de Putin arrollaron la suavidad de la estepa póntica. Como corresponde, toda la atención viajó hacia el Este, porque era lo justo. Pero ellos han sabido bien disponer los árboles para que todos sepan qué opinar (aunque cada uno tenga su cómo) hasta que el tema estaba arreglado, incluso si la guerra no terminó. Ya está, toda España se opone a Putin (menos algún folclórico), volvamos a los esperpentos y entremeses. En el transcurso, habrán notado, se han visto muchas más noticias de sucesos que de mapas. Han sido más frecuentes las abuelas que tenían algo que decir a Putin que la descripción del armamento que llega a cada bando. Lo han hecho todos. No parece que sea una cuestión de tener más o menos visitas aunque tampoco creo que sea una conspiración para mantener al pueblo aborregado. Creo que es más bien un concepto de misión periodística, que se puede torcer hasta darse la vuelta.

El guardián de la democracia podría elegir entre dos misiones: informar o ajusticiar. Todos los medios hacen ambas al mismo tiempo, pero casi todos en este país se decantan más al lado de la justicia, de defender unos ideales, unas causas, de señalar a los culpables. No trabajan para que la gente sepa qué ocurre, trabajan para que defendamos lo que es correcto. Lo trágico no es que obviamente nos divida esto en sesgos absurdos, en grupos donde empresarios y monjas deben enfrentarse a limpiadoras y rastafaris; lo trágico es que solo puedar estar en alguno de los grupos que hay montados, o que tengas que estar siquiera en un grupo. Da igual, nunca te vas a enterar de donde te estan poniendo, tú solo comentas noticias de comentarios de Rufián a Casado y de Casado a Rufián. Árboles y no bosques.

Es aquí cuando empieza a fijarse en este guardián, que dejan entrar o expulsa las opiniones ilegítimas de la cola. Hoy, qué fortuna, nos obligan a ver a Putin como un villano. Y digo qué fortuna sin ironía, pues me parece un imperialista y un enemigo de la libertad ¿Pero y si mañana no fuera el caso? ¿Y si mañana se hacen putinistas? Porque los valores inmemoriales que defienden son los de esta tarde, ya veremos mañana. Porque lo indignante es que siendo los medios el segurata de lo que está bien y lo que está mal, siendo los necesitados lacayos de los empresarios y políticos a los que deben la supervivencia material, porque siendo los que a capricho quitan y colocan la información importante decidiendo hasta donde se sabe, con todo esto, nos miran por encima. Igual que todos los seguratas, cansados de las gastadas quejas de los clientes, cucarachas anónimas que pueden aplastar si tienen el flequillo despeinado. No cruzan palabras con quien no las merece, no discuten con quien no pueden. La democracia está ya llena esta noche, muchachos, será que ustedes están en otra parte.

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