Querría ver Cristal

Capricho de mal escritor es el de querer vivir en los mundos que se ha inventado. Tiempo ha tenido de explorarlos mientras los moldeaba y, sin embargo, es habitual ver artistas que se vuelven a perder en ficciones ya pasadas, agotadas. Se trata de una nostalgia única, sin afecto de la contraparte, sin recuerdos reales de aquello que se añora pero movida por un antojo reaccionario disfrazado de perfeccionismo.

Nadie quiere vivir una eternidad, pero tampoco dejar de vivir. He llevado a medio millón de personas de un planeta a otro. Les he ayudado desde que uno de ellos alumbra la idea en su cabeza hasta que caen los pies de otra en su nuevo mundo. Les he puesto un lugar donde vivir y crecer como sociedad, les he hecho simiente de una nueva humanidad. Y ahora me encuentro que este es el final, que todo era viaje. Y sin embargo confieso que quería verlos ahora, felices y emprendedores; pero una historia decente debe ser un crecimiento, una contradicción que encuentra en ella misma su solución y nada más.

Esta simiente quedará ahí encerrada, entre papeles. Si hubiera otra historia, ya no serían ellos, como mucho serían una síntesis que tenga que enfrentarse a algo nuevo. Mi queja, el sentido de este texto, es que yo he peleado por llevarles a esa síntesis y ahora me encuentro que solo veré unas pocas páginas de ese triunfo. Hablaré de las montañas de Cristal, de su lago océanico y de las criaturas que lo decoran. Pero aunque mis navegantes me digan que están bien o que van a estarlo, no me desprendo del deseo de verlo. Querría caminar detrás de ellos y tomar nota de cómo es su voz o la velocidad de sus pasos. De cuando terminen su segunda ciudad, cuando vean morir al último pasajero de las naves o lo que florezca después.

Ojalá les guste esta nueva casa. No a ellos, sino a ustedes, que podrían cruzarse con este libro y navegar sus páginas. Todavía tengo como primer deseo que les resulte entretenido, que sus ojos resbalen de frase en frase hasta el final. Ojalá lo quieran volver a leer después. Comprobarán que el orden de cada capítulo puede bailar sin problema y resultar una historia coherente.

1,2,3,4,5,6,7,8,9,10.
7,6,4,5,8,9,1,2,3,10.
1,4,6,2,7,5,8,3,10,9.

Cada una de estas combinaciones cuenta algo distinto, o hay algo de ellas que cuenta mejor. Pueden comenzar con cualquiera de los tres, si se sienten envalentonados. No pido atención, ni orden, ni compromiso, lo pueden tirar si les aburre. Lo que si solicito es, cuando lean algo sobre ustedes, cuando se digan cosas que ustedes han dicho u oído o reflexionado quizá, entonces interésense. Que cuando alguien pone en un libro, un cuadro, una serie o un chiste algo que nos alude ya sabemos que lo demás era decorado y esto era, en verdad, lo único que tenía que decirnos.

Un saludo, Isidro.
Ya saben que si me pinchan yo termino dando cualquier escrito.

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