Populismo, leyendas y poder

Tenemos los oídos tan acostumbrados a oír a siempre la misma clase de clichés que ni siquiera nos han llegado a sonar raro. La historia no es solo cíclica sino, en ocasiones, absurda. Uno de mis favoritos es que la gente no está preparada para asumir el poder y debe, por ello, delegar su soberanía en técnicos que sí saben objetivamente lo que hacen. La construcción de esta clase de leyendas se ha hecho en torno a frases como: "las masas son estúpidas", "a Hitler lo votó la democracia" y "la gente inculta no debería tener un voto tan válido como el mío".

Existe otra leyenda, antagónica, que defiende que todo lo que nace de la gente normal esta hecho de oro. Y no dice técnicos sino políticos, que es un espantoso insulto. Y no dice masas sino ciudadanos, que cargan de virtud y honradez cualquier proyecto que emprendan. A esta la acompañan frases como: "todos los políticos son malos/ son ladrones/ son estúpidos/ son antiguos". Esta es la explicación favorita del mundo de los gobernados y sus simpatizantes, la anterior es preferida por los gobernantes y sus apoyos. 

Más allá de las leyendas y las caricaturas de dos bandos que olvidan que viven y vivirán con su contrario, está la realidad, que no la conoceremos nunca pero que podemos intentar mirar más tranquilos. En el mundo hay varias cosas que suelen ir unidas: conocimientos, dinero y posibilidad gobernar. El acceso a este conjunto, al que llamaremos "poder técnico", es diferente para un sector minoritario de la población frente a uno mayoritario que simplemente no posee ese poder técnico.



El sistema en el que vivimos es como es básicamente porque antes la minoría con poder oprimía sin justificación, vivíamos en regímenes absolutos. Por ello se exigió un régimen distinto y lo que se obtuvo fue una minoría que oprimiría con la correspondiente justificación. Se aumentó el poder técnico y económico de una parte de la mayoría: la clase media. Se dio la posibilidad de que cualquier individuo alcanzara el poder técnico con el debido esfuerzo. Se concedieron derechos a la dignidad de cualquier persona. Hasta se permitió la elección de minoría con poder técnico. Básicamente el cambió se narró como el inicio de un sistema donde si alguien tenía más era solo porque había peleado más, donde el poder era de todos y donde el gobierno obedecía a las mayorías. Pero al final todo era broma.

¿La clase media? Era una manera de separar a los gobernados, de crear unos cómplices que abandonaran ideas revolucionarias y mirasen por encima del hombro a la clase baja. Unos llamarían "canis" a los otros y estos les contestarían "pijos" ¿La posibilidad de ascender? Por si no hiciera falta dinero, suerte e inteligencia para acceder al poder técnico de la minoría, son muy pocos los que tienen la voluntad que esto requiere. No va a ser igual la voluntad de acceder al gobierno para alguien en un entorno de clase baja que uno de clase alta simplemente porque es aburrido y es improbable. ¿Los derechos? Las mayorías no quieren derechos, quieren ser felices. Nadie quiere que su vida pase de explotación a explotación con respeto porque cualquier vida que gire en torno a trabajar para alguien es insípida. Los derechos son grandes conquistas pero aun no han dado la felicidad y satisfacción con el sistema que hacen creer que otorgan ¿La elección de los gobiernos? Esa fue la mejor broma, la de elegir a la minoría con poder técnico que nos gobernase como si eso les hiciera debernos algo. Y se suponía que su acceso al "poder técnico" les apartaría de la subjetividad y les impide fallar, pero esas dos son otras bromas. Ahora si la minoría se comportaba de manera no respetable cualquiera podía decir "no haberlos elegido". Pero en el fondo la democracia representativa es solo como aquel cuento de Eduardo Galeano, en el que el cocinero reunía a todos los animales en la cocina y les preguntaba con qué salsa querían ser cocinados. Cuando los animales respondieron que no querían ser cocinados el cocinero dijo: "Eso está fuera de la cuestión". Así, nuestra democracia indirecta se convierte en una tecnocracia electa y la justificación es que no todo el mundo está preparado para gobernar un país, lo que obviamente es cierto. Pero lo cierto es que la única diferencia real entre alguien de la mayoría gobernada y la minoría gobernante es su poder técnico, no unas cualidades naturales ni mucho menos un criterio imparcial y objetivo. Pero la mayoría no quiere acercarse demasiado a la minoría y la minoría los prefiere lejos del poder. Al fin y al cabo, los que no saben desconfían de los que saben y los que saben no confían en los que no saben.

Ahora necesitamos virar parcialmente el rumbo del artículo y preguntarnos por qué la mayoría no desea ese poder técnico y por qué incluso cuando se le ofrece de manera sencilla puede rechazarlo. Aunque alguien hiciera un "Manual de cosas que debes saber para que no te tomen por idiota", lo publicitara y lo pusiera a un precio ridículo, la gente no lo compraría. Ya hay bibliotecas, hay educación pública y hay noticias por todos lados. Pero las bibliotecas no son populares y las noticias presentan el mundo como algo demasiado complicado y como algo que se maneja sin que tengamos que intervenir en él. La escuela solo sirve para que interioricemos que aprender y trabajar son cosas aburridas. Solo el que tiene continua presión por seguir trabajando y aprendiendo alcanzará el poder técnico, que en principio tenía todo el mundo. Y resulta que en los ambientes en los que crece alguien de clase alta o media hay más presión que en el de alguien de clase baja. No pasa nada, hay que cambiar la educación, hay que hacer que las mayorías deseen alcanzar el conocimiento y no se limiten a sentir respeto por él, porque así es como las minorías se quedaron con casi todo.



Mientras, vivimos en un mundo en donde no podemos fiarnos ni de los técnicos, con sus propios intereses, ni de la gente, que no tiene el conocimiento. Necesitamos que los técnicos expongan en igualdad sus ideas, con una ley de medios de comunicación, a la gente y que esta decida por si misma, que no deja de ser otra forma de educarse.

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